¿QUÉ ES?
Según Daniel Goleman (1995), la educación emocional es la aplicación de la Inteligencia Emocional en la educación; así pues, es la estrategia para desarrollar las competencias emocionales.

Además, organiza un modelo de competencias sobre la inteligencia emocional que hacen referencia a:
1- Conciencia Emocional: definida como el conocimiento de las propias emociones y el
reconocimiento de éstas en el momento que aparecen, la consciencia de los mismos
estados de ánimo y de los pensamientos que se tienen sobre estos; es prestar atención a los estados internos sin reaccionar a ellos y sin juzgarlos.
Dentro de esta primera competencia, Goleman divide a las personas en tres clases:
- La persona consciente de sí misma
- La persona atrapada en sus emociones
- La persona que acepta resignadamente sus emociones
2- Autorregulación emocional: entendida como la capacidad de gestionar las mismas emociones. Es la que toma el control de nuestros estados, impulsos y recursos internos. Un ejemplo de ello sería controlar la impulsividad, aumentar la autoestima, planificar y tener relaciones más estables, entre otros.
3- Automotivación: percibida como la capacidad de motivarse a uno mismo. Al margen de las capacidades innatas, ésta se define como el ingrediente del éxito. Es la voluntad de realizar determinados objetivos. Además, el autor considera que el optimismo es el gran motivador: significa disponer de una fuerte expectativa sobre el desenlace beneficioso de los mismos hitos, incluso, cuando aparecen contratiempos o frustraciones.
4- Empatía: conocida como el reconocimiento de las emociones de los demás. Es la capacidad que permite reconocer lo que sienten los demás. La clave reside en captar los mensajes no verbales tales como el tono de voz, los gestos, la expresión facial, entre otros. Esta capacidad requiere calma y receptividad para poder captar las señales de las emociones de los demás mediante la intervención de las neuronas espejo.
5- Habilidades sociales: es la destreza para relacionarnos adecuadamente y nos permite crear redes de cooperación, estableciendo relaciones positivas con los demás. Consiste en el desarrollo de dos habilidades emocionales, el autocontrol y la empatía, que son las aptitudes sociales que garantizan la eficacia en el trato con los demás.
Otra competencia a destacar es la expresión de las emociones según el despliegue de roles y del consenso social en lo que resulte adecuado.
Dichas aptitudes pueden ir complementadas por las cuatro habilidades de la inteligencia social que distinguen a Gardner y Hatch (1992):
- Organización de grupos: habilidad que moviliza y coordina los esfuerzos de un grupo de personas.
- Negociación de soluciones: interpretada como el talento del mediador, que consiste en impedir la aparición de conflictos o solucionar aquellos que surjan.
- Conexiones personales: nos permiten favorecer el contacto con los demás.
- Análisis social: capacidad de detectar e intuir los sentimientos, motivos e intereses de las personas.

¿CUÁL ES EL ORIGEN DEL TÉRMINO INTELIGENCIA
EMOCIONAL?

Punset (2012) explica que años atrás las emociones eran algo irrelevante. Nadie daba importancia al mundo de las emociones, ni se profundizaba en ellas, ni mucho menos nos planteábamos cómo gestionarlas. En cambio, tal y como expone Punset, Charles Darwin, en su obra, el Origen de las especies, ya reflexionaba sobre la expresión de las emociones en animales y hombres. Defendía que nadie nos enseña a emocionarnos. Por tanto, la expresión de las emociones se hace de forma instintiva. Es decir, comunicamos lo que sentimos de forma innata.
Durante mucho tiempo, la educación impartida, de forma general, se ha basado en la represión de estas respuestas instintivas, lo que ha comportado consecuencias negativas en el alumnado que ha vivido inmerso en este modelo. Anteriormente, la educación ha sido totalmente enfocada a la transmisión de conocimientos académicos sin tener en cuenta el desarrollo cognitivo integral de la persona.
La ciencia, actualmente, ha dado a conocer la importancia de gestionar adecuadamente las emociones para llegar a ser personas equilibradas, mental y físicamente saludables (Punset, 2012). Como consecuencia, el énfasis para educar en la educación emocional ha incrementado notablemente en los últimos 20 años.
Por otro lado, Rafael Bisquerra y Punset (2012) nos exponen que el cambio y la toma de conciencia sobre la importancia del mundo emocional no se produce hasta finales del siglo XX. Este cambio comienza a producirse a partir de la publicación del artículo Emotional Intelligence (1990), de Peter Salovey y John Mayer. Sin embargo, fue Goleman (1995), con publicación homónima a Emotional Intelligence, fundamentada en Salovey y Mayer (1990), quien provocó el mayor impacto en el ámbito de la educación y de la psicopedagogía. Este impacto favoreció un cambio de mentalidad sobre la importancia de las emociones, tanto en la comunidad académica como en la sociedad. Tanto Salovey y Mayer, como Goleman, exponen su modelo sobre inteligencia emocional, pero observamos que existen muchos aspectos en los que no coinciden. Por tanto, cada autor tiene su propia concepción psicológica sobre la inteligencia emocional sin llegar a consensuar las distintas clasificaciones y definiciones.
¿QUÉ SIGNIFICA SER INTELIGENTE EMOCIONALMENTE?
Como se ha mencionado anteriormente, muchos autores conceptualizan el término inteligencia emocional. Seguidamente, se presentan las definiciones más relevantes.
Según Bisquerra (2012), la inteligencia emocional, a grandes rasgos, es una habilidad que consiste en tomar conciencia de las mismas emociones y también de las ajenas. Además, ser inteligente emocionalmente también consiste en tener la capacidad de regular y autogestionar las propias emociones. El autor asegura que tanto la conciencia emocional como la regulación de las emociones son competencias básicas para el bienestar personal y social. Es decir, por un lado, es importante saber aprender a gestionar y autorregular las emociones. Pero, al mismo tiempo, vivimos en sociedad, y también hemos de aprender a ser conscientes de los estados emocionales de los demás, y a empatizar con nuestro entorno. Por tanto, es importante que a través de este aprendizaje social y emocional adquiramos ciertas habilidades sociales para convivir en sociedad. Por otra parte, Muñoz (2007), experta en educación emocional, se fundamenta en el autor de origen Goleman (1995), para exponer lo que significa el término inteligencia emocional.
Muñoz (2007) afirma que “ser inteligente emocionalmente consiste en la capacidad de una persona para gestionar una serie de aptitudes y habilidades emocionales para llegar a ser una persona equilibrada y feliz”.
Por tanto, aunque muchos autores y autoras han aportado diferentes concepciones teóricas de inteligencia emocional que con el tiempo se han ido concretando y adaptando, todos y todas coinciden en la importancia del desarrollo de diversas competencias emocionales por el mismo crecimiento y bienestar personal.

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