¿Te has preguntado alguna vez como recibe tus comentarios, órdenes o directrices tu peque?
La entonación, la gesticulación y sobre todo el mensaje modelan y provocan respuestas en el niño o niña que a veces no son del agrado de sus educadores.
Nuestro comportamiento, por supuesto, es su referencia y su modelo a seguir, así que la manera en la que les hablamos influye, también, en el desarrollo de su personalidad y autoestima.
Para educar a los más peques de manera respetuosa y significativa debemos hablarles de una manera educada y utilizando un vocabulario y una entonación positiva, aunque también será de especial importancia ponerles límites. Esto no nos hace más débiles, al contrario, fortalece nuestra gestión de las emociones.

Hemos de convertirnos en su símbolo de seguridad y ley.
La figura del educador es fundamental para el desarrollo global del niño. Además de tener en cuenta los aspectos metodológicos, ya comentados, la actitud del adulto debe caracterizarse por:
Símbolo de ley
Hay que ofrecer unas normas breves, claras y concisas, como cuidar que no se dañen, respetar las pertenencias de los demás o las propias, etc. Es importante que el ambiente que creemos sea cómodo y no culpabilizador.
Seguridad física y afectiva
Es importante dar seguridad y confianza al niñ@ a través de nuestras propuestas, la palabra, la postura, la ubicación y el acondicionamiento del espacio, situando puntos de referencia estables para ellos. Lo que favorece el orden y la seguridad es la organización de los espacios, la colocación de los materiales, la seguridad física, así como los diferentes momentos del día (la rutina).
Hemos constatado que los puntos de referencia les ayudan a centrarse, especialmente en niños con dificultades.

Relación asimétrica o compañero simbólico
Será interesante hacer «como si» y observar las reacciones de los niños y niñas. El adulto no es un niño más, aunque participa activamente en sus actividades para facilitarles su evolución. Así pues, debe tener muy claro que su función es acompañar, pero desde su papel de adulto que está fuera del juego del niño/a.
Empatía tónica
Entendemos este término como la capacidad de escucha y espera y de ponerse en el lugar del niño/a. Para Goleman (1996) la empatía significa captar y responder a los sentimientos expresados de forma no verbal, es decir, la capacidad de percibir cómo se siente otra persona.
La actitud de empatía implica aprender a hacer una lectura tónica del cuerpo del niño (su postura, mirada, voz… ) y observar su expresividad psicomotriz, que permitirá al educador darse cuenta del momento evolutivo de los niños, de sus capacidades, dificultades, etc.
Esto nos lleva a la aceptación de las diferencias. Aceptar al niño y la niña tal y como es y no tal y como nos gustaría que fuera. Entenderle desde una forma más amplia y globalizadora, acogerle y respetarle. Hay niños/as que nos cuestan más de aceptar; hay emociones, conflictos que están en nosotros y no en ellos (niñ@s que nos causan rechazo y/u otros sentimientos a causa de nuestra propia historia). Su conducta es fruto de su historia personal.
Tal y como afirma Aucouturier (1985) detrás de una actitud agresiva o inhibida del niño hay siempre un profundo deseo de comunicación y de bienestar. En este sentido, la actitud de empatía nos ayudará a entender al niño y adecuar nuestras intervenciones.
Disponibilidad
Tiene que ver con una forma de estar y que se da a nivel intelectual, afectivo y corporal: el tono, el gesto, la mirada, la voz. La disponibilidad del educador facilitará que el niño/a se sienta acogido, respetado y reconocido.
El cuerpo del adulto constituye un elemento mediador de comunicación y un referente necesario para la evolución personal del niñ@, especialmente en aquellos con dificultades.
Marco de trabajo contenedor
En el sentido de ser y construir un marco de referencia claro y que pueda englobar y acoger las distintas propuestas que surjan. Dejar hacer tan sólo lo que el educador puede contener y hacer evolucionar.
Pero todo esto sólo lo conseguiremos a base de educación y respeto, como hemos comentado.

Somos su mayor referente, no lo olvidemos.
Otra herramienta genial para conseguirlo es hablarles y guiarles a través del lenguaje positivo.
Os dejamos algunos ejemplos prácticos para modificar nuestra manera de dirigirnos a los peques día a día.


Esperamos que os haya sido de gran ayuda y esperamos veros pronto en la siguiente entrada. ¡Hasta pronto!
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